No hay feria que se precie sin buena mesa, gente con ganas de juerga y una copita bien echada. Y si a todo eso le sumas un grupo de personas con ganas de vivir a lo grande, sale lo que ocurrió el pasado 23 de mayo en Córdoba, en la Residencia Militar Gran Capitán: una jornada inolvidable con la familia de AOCOR celebrando la vida como mandan los cánones.
Aquí no hubo discursos solemnes ni silencios incómodos. Aquí hubo risas, abrazos, buen yantar y flamenco en el aire. Porque cuando se junta gente de verdad, lo que se celebra no es solo una feria, sino el placer de estar juntos. Y eso vale oro.
Un menú para quitarse el sombrero
La cosa empezó fuerte: patatitas aliñadas, aceitunas, y unas croquetas de cocido que sabían a cocina de abuela. Siguieron los flamenquines, porque si hay algo más cordobés que eso, que baje Séneca y lo diga.
Después, entró en juego el salmorejo, como Dios manda: espeso, con su jamón bien picadito, huevo duro por encima y pan para mojar hasta dejar el plato brillante. Y de ahí, al segundo, que aquí no se anda con chiquitas: bacalao con cebolla confitada, corvina con su toque de vino oloroso, codillo de escándalo o un solomillo con patatas pobres que de pobres tenía solo el nombre.
Y para terminar, una torrija de las que se quedan en la memoria. Tierna, dulce, con su vainilla… el broche perfecto.
Todo esto regado con lo que apetece en mayo: vino Montilla-Moriles, cervecita fría, refrescos con hielo, y agua fresquita para los más formales.
Buena gente, mejores momentos
Pero lo más sabroso no estaba solo en los platos. Lo mejor fue ver las caras de la gente. Las conversaciones animadas. Las palmas. El “¡cuánto tiempo!” y el “¡qué alegría verte!”. Porque aquí se viene a eso, a reencontrarse, a echarse unas risas y a compartir un rato sin prisas.
El ambiente era de los que uno se llevaría embotellado. Nadie miraba el reloj, solo el rostro del de enfrente. Esa es la verdadera Feria: la que no necesita albero, porque la alegría va por dentro.
Y después… ¡a bailar!
Como buen cartel de feria que se respete, este decía: “CELEBRÉMOSLA CON COMIDA, MÚSICA Y BAILE”. Y lo cumplieron al dedillo. Porque una vez terminado el postre, alguien subió el volumen, otro dio una palmada, y la cosa se fue animando como se animan las cosas buenas: sin empujones, pero con arte.
Se marcaron unas sevillanas, unas rumbitas, y hasta algún pasodoble con sabor a feria de las de antes. Zapateo suave, sonrisa fija y muchas ganas de pasarlo bien. El que no bailó, dio palmas. El que no cantó, aplaudió. Y el que no hizo ninguna de las tres cosas, es que no estaba.
Un día para repetir
Lo del pasado viernes no fue solo una comida, fue una declaración: aquí se viene a disfrutar. AOCOR no organizó un acto institucional. Organizó una fiesta. Y eso se nota en los detalles: el cartel alegre, la decoración cuidada, el trato exquisito, y sobre todo, las ganas de que todo el mundo se sintiera como en casa.
Porque si hay algo que une a esta familia es el buen humor, el compañerismo y el arte de celebrar sin necesidad de grandes alardes. Aquí lo importante es que nadie se quede atrás. Y vaya si lo consiguieron.
Un día redondo. Un almuerzo para enmarcar. Y una reunión de Feria de Mayo que, tuvo todo el alma del sur.