Cada segundo cuenta: los guardianes invisibles del verano en Córdoba
En pleno corazón del verano cordobés, con las piscinas brillando bajo el sol y las risas infantiles llenando el aire, hay una figura que observa desde la sombra, firme pero discreta, con la responsabilidad tatuada en la piel y el oído siempre alerta. Son los socorristas. Y hoy, gracias al equipo de Salvasur y su intervención en el Club Figueroa, conocemos un poco mejor lo que se esconde detrás del silbato y la camiseta roja.
Mucho más que nadar rápido
“La labor del socorrista va mucho más allá de vigilar una piscina”, explica Irene, una de las profesionales de Salvasur. Y no exagera. Su trabajo no es solo flotar con estilo o nadar en tiempo récord: es anticiparse, prevenir, detectar. Es convertir el ocio en un lugar seguro, casi invisible, donde todo parece funcionar por arte de magia porque, sencillamente, no pasa nada.
Y ese “nada” es, precisamente, su mayor éxito.
La prevención es su religión. Antes de que el primer niño chapotee en el agua, el socorrista ya ha revisado el botiquín, calibrado la radio, repartido puestos, evaluado riesgos. Sabe quién puede marearse, qué niño se despista más de lo normal, qué padre ha mencionado alguna alergia o qué grupo de adolescentes está más inquieto de la cuenta.
Empatía, formación y trabajo en equipo
Para Irene y su equipo, ser socorrista implica una mezcla de responsabilidad, empatía, rapidez… y también mucha formación. “Todos los años nos reciclamos”, explica, subrayando que el conocimiento no puede ser estático cuando de él dependen vidas.
La empresa Salvasur se toma esto muy en serio. Colabora con personal sanitario del 061, miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y profesionales del rescate para ofrecer una formación que no solo es técnica, sino también psicológica. Porque el primer apoyo que recibe una persona en apuros, en muchas ocasiones, viene de estos vigilantes acuáticos. Y no basta con saber hacer un masaje cardíaco: hay que saber calmar, escuchar, decidir, actuar.
Cada segundo cuenta
Ese es su lema, y no es una frase de marketing. “Desde que entramos por la puerta del club, ya estamos aplicándolo”, comenta Irene. Porque hay emergencias que son tiempo-dependientes: un minuto más puede ser la diferencia entre la vida y la tragedia.
Pero también advierte: la rapidez sin seguridad no sirve. “A veces es mejor ir un poco más despacito y hacerlo bien”, dice. Y lo dice con la serenidad de quien ha tenido que actuar en esas situaciones en las que todo se decide en cuestión de segundos, y la sangre fría es más importante que la adrenalina.
Invisibles… hasta que pasa algo
Una de las cosas que más lamentan estos profesionales es que gran parte de su trabajo —la prevención— pase desapercibida. Porque cuando no ocurre nada, muchos piensan que no hacen nada.
“La gente nos critica porque no pasa nada en la piscina”, cuenta Irene. “Pero si no ha pasado nada, es que nuestro trabajo preventivo ha dado fruto”.
Y es cierto. Están para actuar, sí, pero sobre todo para evitar tener que hacerlo.
No sois niñeros
Una frase que debería grabarse en cada acceso a las piscinas. Los socorristas están ahí para proteger, no para cuidar de manera individualizada a cada menor. A veces, los padres confunden su papel, descargando toda la responsabilidad en ellos.
Aun así, el equipo de Salvasur no se desentiende. Vigilan, observan, intervienen si hace falta. Pero necesitan que las familias colaboren. Que comuniquen, que avisen, que sean conscientes de que el agua puede ser un lugar maravilloso o peligroso, según cómo se gestione.
Consejos de oro para bañistas felices
Usa siempre protección solar y reaplica cada 50 minutos, no cada 50 horas.
Baña en zonas donde hagas pie si no eres nadador experto.
Ante cualquier incidente, levanta la mano y grita socorro.
Y por supuesto: haz caso al socorrista.
Puede que te parezca exagerado, pero esa atención puede marcar la diferencia entre un susto y una desgracia.
Una profesión con alma
¿Y si quisieras ser socorrista? Irene lo tiene claro: haz la formación, aunque no sea para trabajar. Porque saber hacer una RCP o manejar un desfibrilador puede salvar una vida: la tuya, la de un familiar, la de un amigo. En casa, en la calle, en la piscina o en la playa.
Es una preparación que no solo da trabajo, también da seguridad.
Celebrar lo que no ocurre
Al final, el mejor titular para este artículo sería: “Hoy no ha pasado nada”. Porque cuando hay socorristas como los de Salvasur cuidando del agua, lo que ocurre es precisamente eso: que todo sigue bien.
Y eso, en el fondo, es una maravilla.